Los artificieros acababan de desactivar el
artefacto situado en el alféizar de una ventana, cuando uno de ellos encontró
una nota manuscrita junto a la caja de herramientas que unos momentos antes
albergaba la bomba. En dicha nota se leía el mensaje: “COMPAÑÍA EDISON, LADRONES. ESTO
ES PARA VOSOTROS”. La Compañía Edison era una central eléctrica, que
abastecía de energía a la ciudad de los rascacielos. En un principio, el
inspector Finney –encargado del caso- se preguntó cómo era posible que alguien
pudiera haber entrado en aquella empresa, cruzar las oficinas y colocar el
explosivo junto a la ventana sin que nadie se percatara. Tuvieron suerte, ya
que unos operarios descubrieron el dispositivo a tiempo y dieron aviso
rápidamente a la policía. El inspector Finney, dedujo que era posible que nadie
se diera cuenta de la colocación del artefacto porque en aquel lugar trabajaba
muchísima gente y el trasiego continuo de personal hizo evidente el hecho de
que nadie se diera cuenta del incidente y de quién podría haber dejado aquello
allí.
Un
año después y cuando lo sucedido en la Compañía Edison
parecía estar ya olvidado, alguien encontró otro artefacto sin explotar muy cerca
de la entidad eléctrica, concretamente en la calle 19. Esta vez, el artefacto
se encontraba dentro de un calcetín y consistía en un simple detonador de baja
potencia conectado a un reloj despertador, que muy probablemente no hubiera
matado a nadie y creado por la misma persona que construyó la bomba un año
antes. El inspector Finney, sospechó que
el autor de aquello había tirado allí el dispositivo y que por alguna razón no
pudo o no quiso colocarlo en el lugar que inicialmente había pensado. Nuevamente,
no había ninguna pista más.
Tres
meses después, en diciembre de 1941, cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra
Mundial, recibieron en la comisaría de policía de Manhattan la siguiente nota: “NO VOY A PONER MÁS BOMBAS MIENTRAS DURE LA GUERRA. ASÍ LO DECIDO
POR MIS SENTIMIENTOS PATRIÓTICOS. LA JUSTICIA HARÁ PAGAR POR SUS ACTOS A LA COMPAÑÍA EDISON ”.
El extraño personaje cumplió su palabra y no sólo estuvo
todo el tiempo que duró la contienda bélica sin colocar ningún explosivo, sino
que la espera se demoró hasta 1950. Sin embargo, escribió varias misivas
amenazando con poner más bombas en la Compañía Edison ,
cines y otros establecimientos públicos.
Así fue como el 29 de marzo de 1950, un tercer artefacto
sin estallar fue descubierto en la Estación Central. El bombardero había
perfeccionado la fabricación de la bomba. Ésta incluso era de mayor potencia
que las anteriores.
En el mismo año de 1950, un cuarto artefacto estalló por
primera vez,. El lugar fue una cabina telefónica situada en el interior de una
biblioteca pública de Nueva York.
Continuaron los atentados, más seguidos y de mayor
potencia hasta que en 1956, una bomba ubicada en el teatro Paramount, de
Brooklyn hirió gravemente a 6 personas. Entonces ya se le denominó al
bombardero “el loco de las bombas”. Los habitantes de la gran ciudad estaban
aterrados y la policía no sabía cómo capturar al autor.
Entonces, el capitán Cronin y el inspector Finney decidieron
contactar con el psiquiatra criminalista Dr. James Brussel para que les ayudase
a atraparlo. El Dr. Brussel se puso a trabajar mediante la técnica de la
perfilación, es decir, dar una descripción psicológica del terrorista, así como
otras características personales para proporcionar pistas a los detectives.
Brussel, que ya se había documentado anteriormente sobre
el caso, elaboró el siguiente perfil:
“Es un hombre extranjero, de
origen eslavo. Aproximadamente de unos 50 años de edad. Con un trastorno
paranoide. Introvertido. De complexión
fuerte. Cuida su aspecto. Es pulcro. Soltero, posiblemente vive con alguna
pariente. No está interesado en las mujeres. Es una persona educada,
probablemente no acabó el instituto. Tiene conocimientos en electricidad y
mecánica. Es hábil y meticuloso en su trabajo. Si se le critica puede ser
violento. Está resentido y cada vez más. Es una persona religiosa. Sus cartas
las envía desde Westchester, que no es donde vive, ya que no es tan estúpido.
Una mayor población de polacos está en Bridgeport, Conneticut, y para ir desde
allí a Nueva York hay que pasar por Westchester. Ha estado enfermo,
posiblemente del corazón”.
Para capturarle, el psiquiatra
propuso hacer pública la descripción del posible autor en los medios de
comunicación, ya que según el investigador, el bombardero tenía afán de protagonismo
y quería ser capturado.
El Dr. Brussel, además, se atrevió a pronosticar una
prenda de ropa que gustaba vestir al bombardero: chaqueta cruzada abotonada.
Una vez publicada la descripción del misterioso
terrorista, muchos locos se pusieron en contacto con los medios de comunicación
diciendo que ellos eran los bombarderos, incluso muchos ciudadanos hacían lo
mismo indicando que tenían conocidos o vecinos que se adaptaban a ese perfil.
Todas eran falsas alarmas.
Al ver que no obtenían resultados satisfactorios, los
investigadores decidieron publicar un artículo en un periódico neoyorquino
pidiendo al terrorista que se entregase a la policía y ofreciéndole, además,
defenderse si tenía alguna deuda pendiente con la sociedad. El bombardero
mordió el anzuelo. En una carta citó a la Compañía Edison
donde había trabajado y los problemas que había tenido con ésta.
Mientras tanto, varios empleados de la empresa eléctrica tenían
la ardua tarea de buscar en sus archivos las fichas de antiguos trabajadores de
la empresa que se ajustaran al perfil creado por el Dr. Brussel, hasta que un
administrativo, de nombre Alice Kelly, encontró la ficha de un extrabajador que
llamó su atención: éste era George Metesky de Waterbury, Connecticut. Lo
curioso de este individuo, es que había sufrido un accidente laboral, fruto del
cual y según Metesky, le produjo tuberculosis, por lo que reclamó a la empresa
una indemnización que fue rechazada por ésta. Tras ello, Metesky escribió a la
empresa diciéndoles que se vengaría.
Así pues, Metesky fue detenido por la policía en su
domicilio, el 23 de de enero de 1957.
Una vez detenido el bombardero, se comprobó que el perfil
creado por el Dr. Brussel había sido muy preciso y al preguntarle al psiquiatra
cómo era posible que hubiera acertado tanto, éste desveló cómo lo hizo:
“Sé que era un paranoico porque
las personas con este trastorno son capaces de alimentar un rencor durante
mucho tiempo, se creen superiores intelectualmente a los demás, son muy
limpios, obsesivos y les gusta exageradamente el orden, de ahí su muy buena
caligrafía en sus escritos, que además dan debida cuenta de una personalidad
educada y muy meticulosa, por eso predije que vestía una chaqueta cruzada
abotonada. Su ‘argot’ al expresarse en las cartas es típico de los ciudadanos
del este de Europa, y de allí es común atentar mediante la colocación de
explosivos. Su soltería la deduje al observar que la letra W la escribía
inclinada, como si fueran dos U juntas, sugiriendo los senos de una mujer,
revelando así un problema sexual, que hacía improbable que hubiera contraído
matrimonio”.
En lo único que falló el psiquiatra fue en su predicción
acerca de la enfermedad de Metesky. Pronosticó que tenía problemas de corazón y
en realidad sufría de tuberculosis.
El “bombardero loco” era en realidad un hombre más bien
de baja estatura, robusto, de ojos azules, 53 años de edad. Soltero y sin
compromiso. Vestía cuidadosamente. Vivía con sus hermanas y eran católicos
practicantes y de origen lituano. Cuando le condujeron a la comisaría, se
mostraba cortés y educado con todo el mundo. En su declaración dijo: “TODO ESTO ME PARECE MUY BIEN. QUERÍA DAR
PUBLICIDAD A MI CASO Y LO HE CONSEGUIDO. NO ME ARREPIENTO DE NADA. DESPUÉS DE
COLOCAR MIS BOMBAS ROGABA A DIOS QUE NO HICIESEN DAÑO A NADIE, SOBRE TODO LOS
DOMINGOS”.
George Metesky fue declarado demente e ingresado en un
psiquiátrico hasta 1973. No volvió a tener problemas con la justicia y murió en
1994 a
la edad de 90 años.
La técnica del Dr. James
Brussel fue pionera para atrapar a criminales, y desde entonces es utilizada
por los investigadores de muchos países.
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