Los años treinta del pasado
siglo fueron muy duros para la ciudad de Cleveland, con altos niveles de corrupción
en los órganos gubernamentales, fruto de la gran depresión y los problemas
contraídos a causa de la Ley seca y su posterior abolición, por lo cual las
mafias campaban a sus anchas y se dedicaron a nuevas formas de obtener recursos
a través del juego y la explotación de los sectores más marginales de la
población. Para colmo de sus males, durante más de seis años, la urbe albergó
además una serie de crímenes terroríficos. El 5 septiembre de 1934, se encontró
junto a la orilla del lago Erie el cuerpo desmembrado de una mujer sin
identificar, a la que denominaron “La mujer del lago”. Un año después, el 23 de
septiembre de 1935, dos jóvenes encontraron los restos de un hombre en una
colina cerca de Kingsbury Run, cerca de un centro neurálgico de ferrocarriles.
Al cuerpo le faltaba la cabeza y los órganos genitales. Cerca del lugar, la
policía halló otro cuerpo en un alto grado de descomposión sin cabeza. A unos
20 metros de este cadáver se encontraba la cabeza del anterior. Sólamente se
pudo identificar uno de los cuerpos, que pertenecía a Edward Andrassy, un
delincuente habitual.
El
alcalde Harold Burton, ante la alarma creada y la impotencia de no tener ni una
pista sobre el autor de dichos crímenes, puso toda su confianza para resolver la situación en manos del
recién nombrado Director de Seguridad Pública de Cleveland, Eliot Ness, que
ganó gran reputación por haber encarcelado al mismísimo Al Capone. Ness siguió
con la ardua tarea de limpiar los órganos policiales de agentes corruptos y
perseguir el juego ilegal, iniciada años atrás cuando se le encargó el caso de
Capone, ya que creía fervientemente que no se podía combatir el crimen con
policías corruptos. En dos años, varios agentes y oficiales fueron despedidos,
retirados o trasladados a otros destinos, aunque al no prosperar las
investigaciones tomó el mando del caso.
El
26 de enero de 1936, un hombre encontró dos grandes bolsas que contenían un
brazo descuartizado, dos muslos y parte del torso de una mujer. En la
investigación se econtró una huella en la nieve, al lado de las bolsas, y en el
interior de estas plumas de pollo y restos de carbón. Por las huellas
dactilares se pudo identificar a la mujer. Se trataba de Flo Polillo, una
prostituta; pero nada más, los indicios no mostraron ningún dato revelador.
El
5 de junio de 1936 de hallaron los restos de un joven, otra vez en Kingsbury
Run, al que llamaron “el hombre tatuado”, ya que nuevamente no consiguieron
identificarle. Un testigo vio a un Sedan negro por las inmediaciones poco antes
de ser descubierto el cadáver.
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Máscaras mortuorias de algunas víctimas. Museo de la Policía (Cleveland) Autor fotografía: Gargantuen |
El
10 de septiembre de 1936 apareció otra víctima decapitada y nuevamente, sin
identidad. Esta vez, otro testigo afirmó haber visto una furgoneta de color
verde de la marca Ford. El
23 de febrero de 1937, el torso superior de una mujer en el lago Erie, en el
mismo lugar que la primera víctima. El
5 de junio de 1937 los restos de una mujer negra aparecieron en una bolsa, y
dentro de ella un periódico de fecha 5 de junio de 1936, justamente un año
antes cuando se hallaron los restos de “el hombre tatuado”. El
jefe de investigación criminal de la policía de Cleveland, Moe Delist no
soportó más la presión y abandonó el caso, incluso la ciudad. Hasta
la fecha, todas las víctimas eran personas marginales, principalmente
vagabundos y prostitutas, pero el ‘modus operandi’ y la elección de las
víctimas cambió en el siguiente crimen. Se encontró el torso de una mujer cuyas
manos presentaban una manicura implecable y además las amputaciones habían sido
hechas de forma diferente a las demás víctimas, ya que la disección de los miembros
presentaba cortes hechos con algún instrumento aserrado o mal afilado, además
el corazón había sido sacado de la caja torácica. El
3 de marzo de 1938 apareció otro torso y otra vez fue visto un turismo negro en
las inmediaciones. Cuatro
días después, otro torso más y varios miembros amputados, entre ellos un pie de
una mujer negra, con restos de morfina en su interior, además de seis cabellos
largos rubios pegados a la extremidad y la cabeza había sido arrancada de forma
manual.
Ness
creó un perfil: podía ser un hombre rubio, diestro, fuerte, con conocimientos
de cirugía, por el modo de desmembrar los cuerpos y la forma en que eran
movidos de lugar, y que debía tener algún lugar oculto para efectuar los
atroces crímenes y posteriores desmembramientos. La policía registró cualquier
sótano, cuarto, guarida o lugar sospechoso, pero no se encontró nada.
Las
sospechas recayeron entonces en Francis E. Sweeney, hijo de una familia
acomodada de Cleveland, y pariente de un congresista, que frecuentaba el
suburbio de Kingsbury; era médico y que padecía de brotes psicóticos. Ness le
realizó la prueba del polígrafo, la cual no superó, aunque antes de que pudiera ser arrestado
ingresó voluntariamente en un centro psiquíatrico y debido a su estado mental,
legalmente no podía ser procesado.
Unos
meses más tarde, en agosto de 1938 dos torsos más fueron encontrados en un
descampado, a dos manzanas de la oficina de Ness, como si el criminal se
estuviera burlando de él. Se
incrementó la presión sobre Ness, y sin
importarle ya los medios empleados, ordenó quemar las chabolas de Kingsbury Run
y detener a cualquier vagabundo que concurriera la zona. En
julio de 1939 se arrestó a Frank Dosel, un alcohólico conflictivo que
frecuentaba los suburbios. Al parecer, la tortura policial le obligó a firmar
una confesión. Un mes después fue encontrado ahorcado en su celda.
De
repente los asesinatos cesaron pero en 1940 se hallaron tres cadáveres más
correspondientes a dos hombres y una mujer en el interior de unos furgones, en
un desgüace de Pensylvania. Los cuerpos aparecieron decapitados y habían
permanecido bastante tiempo en el lugar.
El declive de Eliot Ness
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Eliot Ness (1933) |
Ness
se vio obligado a cerrar el caso sin hallar un culpable. La reputación de Ness
cayó en picado y le afectó profundamente. Quiso hacerse un hueco en la vida
política y se presentó a la alcaldía de Cleveland en 1947, pero no salió
elegido. Ironías
del destino acabó alcoholizado, y pudo sentir cómo en un lapso corto de tiempo lamió tanto la miel del éxito
como la hiel del fracaso.
Murió
en 1957, a los 54 años de edad, víctima de un infarto.