Paquita
Gironés, una anciana de 85 años ingresó en el hospital de la pequeña ciudad española de Olot en
estado muy grave, la madrugada del 17 de octubre de 2010. Horas después moría a
causa de una ingesta de lejía. A la mañana siguiente fue detenido el auxiliar
del geriátrico donde residía la víctima, Joan Vila, como presunto autor de la
muerte de la anciana. El 30 de noviembre, Vila declaró ante el juez y se
autoinculpó de la muerte de la octogenaria y además confesó haber matado a 10 ancianos más durante 15 meses. A 6
ancianos los mató con una mezcla de sedantes, a 3 con una ingesta de lejía y
otras 2 víctimas asesinadas por una sobredosis de insulina. El asesino declaró
haber dado muerte a los ancianos “por amor” y para que dejaran de sufrir.
Nadie de su entorno podía presagiar
que ese auxiliar de geriatría de 47 años de edad que era tan cordial y
bondadoso con todo el mundo, y en especial con los ancianos y ancianas que
cuidaba, era en realidad un ángel exterminador.
Joan Vila llevaba años en
tratamiento psiquiátrico. Se angustiaba con frecuencia, sufría crisis de
pánico, poseía una baja autoestima y un temblor de manos que le obsesionaba.
Los informes periciales
psiquiátricos indicaron que se trata de un tipo “con inmadurez emocional,
carente de empatía, introvertido, obsesivo con pocas habilidades sociales e
interpersonales” y “un maniático del orden”.
Joan Vila Dilmé fue condenado a un
total de 127 años y medio de prisión por las 11 muertes, cometidas entre agosto
de 2009 y octubre de 2010, aunque cumplirá un total de 40 años, como señala el
límite legal establecido.
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