Barcelona, 23 de mayo de 1981. A las 9:20 de la
mañana es asaltado el edificio del Banco Central. Un grupo de once hombres
fuertemente armados entran disparando al techo. Seguidamente numerosos rehenes son
colocados en las ventanas del edificio para evitar que la policía asalte el
edificio. Un total de más de 300 personas (263 empleados y más de 60 clientes),
se encuentran secuestradas. El mayor atraco en la historia contemporánea de
España acaba de empezar.
Varias
unidades policiales llegan al lugar alertados por una llamada que avisan del
atraco. Son recibidos por diversos disparos. La zona de Plaza Cataluña y Las
Ramblas se blindan, se cortan todos los accesos, hasta los pájaros parecieron
entender lo que sucedía. El silencio en la calle es absoluto. A
las 9:30 se recibe un comunicado vía telefónica en una cabina cercana que
desconcierta a las fuerzas de seguridad. El mensaje decía: “La libertad de cuatro militares, héroes del
23 de febrero y de nuestro valiente teniente coronel Tejero. Que en el plazo de
72 horas tengan dispuesto un avión en el aeropuerto de Barajas para trasladar a
los cuatro defensores de la causa con destino a Argentina y otro avión más en
el aeropuerto de El Prat, con el mismo destino para garantizar nuestra huida.
Si no cumplen nuestras demandas nos veremos en la obligación de ejecutar a diez
personas, y a cada hora restante cinco personas más. Si intentan penetrar en el
edificio donde nos encontramos, nos veremos en la obligación de volarlo con
todos los rehenes que se encuentren en nuestro poder. ¡Viva España!”. El
nerviosismo se apodera de la clase política. Se cumplen tres meses exactos del
golpe de estado, y se contempla seriamente la posibilidad de que el edificio
haya sido tomado por guardias civiles o militares. Se crea un gabinete de crisis
en la sede del Banco Bilbao, muy cercano al edificio secuestrado.
A
las 11:20 el cabecilla pide dos ambulancias a la policía: una por una lipotimia
que sufre uno de los rehenes, y otra por un empleado del banco al cual hiere en
una pierna por un disparo. Además, hace salir a un grupo de rehenes a cambio de
comida. Cuando el líder del grupo asaltante entra otra vez al banco se da
cuenta de que no iban a salir vivos de aquello. Aproximadamente
cinco horas después, los secuestradores empiezan a preparar la huida del banco.
Para ello se sirven de unos planos de la cámara acorazada. Creen que la manera
más sencilla de salir es abrir un agujero en la pared de dicha cámara y huir
por el subsuelo a través de las alcantarillas. Se sirven para ello de máquinas
percutoras y las herramientas necesarias para el trabajo. Eligen a un grupo de
rehenes que serán los encargados de hacer dicho agujero. Pero el trabajo se
complica, ya que los muros no son de hormigón, sino de piedra, lo que hace que
las perforaciones se tornen inútiles. Por ello desisten de la operación y
deciden sacar todo el dinero de la cámara acorazada (entre 500 y 600 millones
de pesetas) y subirlo al patio de operaciones, amenazando con prender fuego a
los billetes si las fuerzas de seguridad asaltan el banco. Hacen con ellos una
montaña, y uno de los secuestradores se sube al montón de dinero para fumarse
un cigarro mientras dice “llevármelo no
me lo llevaré pero me voy a fumar un cigarro en lo alto de seiscientos millones.
Ni un millonario puede hacer esto”.
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Edificio del antiguo Banco Central. Actualmente alberga un centro comercial de artículos de lujo. «Barcelona 9 2013» de Bengt Nyman - Flickr: DSC_1980 |
A
las 19:30 aproximadamente, el intercambio de rehenes por comida continúa, y los
aparentemente más delicados de salud son los elegidos para liberarlos. En
aquellos momentos Tejero niega cualquier vinculación con el grupo de
atracadores y afirma que no tiene ninguna intención de abandonar el país.
Por
la noche, aprovechando la oscuridad y el cansancio de los secuestradores, el
Grupo Especial de Operaciones (GEO) realiza labores de aproximación al
edificio. Por el subsuelo llegan hasta el edificio y desde allí observan lo que
ocurre dentro del banco.
A
las 6 de la mañana del 24 de mayo, se llevan en ambulancia a otro de los
rehenes que se encontraba indispuesto. Eran
las 10:15 de la mañana cuando una tanqueta de la Guardia Civil circula por
delante del banco para dar un mensaje a los asaltantes para que se entreguen.
En respuesta reciben unos disparos, por lo que la tanqueta huye del lugar. Los
secuestrados siguen saliendo a lo largo de la mañana por orden del jefe de la
banda. Seguidamente, el director general de la policía y el delegado del
gobierno de Barcelona entran en el banco para negociar con los asaltantes. A
las 13:45, el líder de los atracadores comunica que no piensa rendirse y para
no mostrar signos de flaqueza sale con el cajero jefe (Sr. Royà) y se pasean
por las Ramblas.
A
las 19:55 un francotirador de la policía dispara a uno de los secuestradores
que se encontraba en la azotea del banco, matándolo al instante. En unos
segundos, los GEO toman el banco. En aquel momento el líder del grupo
intercambia ropa con los rehenes, poniéndoles a algunos de ellos las capuchas
que llevaban para no ser identificados. Suenan multitud de disparos, afuera el
desconcierto es total. Los secuestradores pierden la llave de la puerta
principal. Apenas una hora después logran abrir la puerta y los más de doscientos rehenes salen
despavoridos del lugar pero entre los secuestrados también salen los
asaltantes.
Los
liberados son llevados por medio de autobuses a la comisaría de Vía Layetana.
Entre ellos están los asaltantes y los policías los reconocen enseguida. Se dan
cuenta, por tanto que no son ni militares ni guardias civiles, y que el único
con vinculaciones políticas es el líder de la banda, José Juan Martínez, alias
“el Rubio”, el cual es un conocido anarquista y atracador de bancos. Seguidamente,
el gabinete de crisis convoca una rueda de prensa en la que califica a los
atracadores como “banda de chorizos, macarras y anarquistas”.
La sombra de la conspiración
Las
dudas de que el atraco fuera una tapadera, emergieron entra la opinión pública,
la clase política y la propia policía. En la primera declaración policial de “el
Rubio”, aseguró que el asalto fue un encargo de la extrema derecha y los
servicios secretos. Había un maletín en el edificio con documentos muy
importantes que ponían en riesgo la estabilidad política del país y que debían
recuperarlo. José Juan Martínez se entrevistó en el sur de Francia con dos
miembros del servicio secreto, uno de operaciones encubiertas y el otro el
subdirector, que por aquel entonces era Emilio Manglano, quienes le encargaron
el “trabajo”. En dichos documentos figuraban las capitanías a participar en el
golpe del 23 F, del cual surgiría el general Armada como jefe del estado,
provisionalmente. La monarquía estaba de acuerdo en la perpetración del golpe
de estado.
La
recompensa por dicho trabajo iban a ser un mínimo de cincuenta millones de
pesetas hasta un máximo de cien millones por persona que participara en el
atraco, y para "el rubio" además, un millón de pesetas en una cuenta en Suíza. Uno
de los asaltantes sería el que se encargaría de sacar el maletín del banco.
Aunque
se cerró el caso como un atraco perpetrado por vulgares delincuentes, siempre
ha planeado la sombra de la conspiración. Uno de los jefes policiales de los
GEO que intervino, señaló que nunca vieron salir a nadie con ningún maletín,
que de haberlo hecho lo hubieran controlado, sin embargo, uno de los rehenes
llamado José Verdaguer dijo haber escuchado una conversación entre los
atracadores en la que decían que ya se habían llevado los papeles.
Con
el transcurrir de los años, del caso poco más se habló. Para unos fue un atraco
perpetrado por delincuentes comunes que pretendían dar un golpe muy sonado (se
dice que “el rubio” ya lo tenía planeado desde que estuvo en la cárcel por
otros atracos anteriores). Para
otros, fue una conspiración muy bien planeada para recuperar unos documentos
que en caso de salir a la luz, podrían haber hecho retroceder a España
nuevamente hacia la dictadura.
Fuentes:
Documental “Asalto al Banco
Central (Atraco Imperfecto)”, 2010. http://www.rtve.es/alacarta/videos/el-documental/documental-20101121-2201/937116/
Periódico “La Vanguardia”, pág.
6, martes 26 de mayo de 1981.
Periódico “ABC”, pág. 10, jueves
4 de junio de 1981.
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