La madrugada del 15 de marzo de
1971, Carlos Robledo y su compinche Ibáñez entran por una ventana en la
discoteca ‘Enaumor’. En principio su idea es robar el dinero de la caja. En
total 350.000 pesos. Descubren a dos hombres durmiendo: el dueño del local y el
sereno. Sin venir a cuento, Robledo Puch saca su pistola y les dispara un tiro
certero a la cabeza a cada uno.
El
9 de mayo de 1971, también de madrugada Robledo e Ibáñez acceden a un
establecimiento donde venden recambios para vehículos de la marca Mercedes-Benz.
Robledo descubre un dormitorio donde duermen una pareja y su bebé. Ni corto ni
perezoso dispara sobre ambos. El hombre muere y la mujer, herida sufre un
intento de violación de Ibáñez. El bebé llora en su cura y Robledo le dispara
pero la bala roza el cuerpo del pequeño y sobrevive. Se llevan 400.000 pesos de
la caja.
La
siguiente víctima será el vigilante del supermercado “Tanti”. La noche del 24
de mayo de 1971, los dos delincuentes acceden por el techo del local y roban
cinco millones de pesos de la caja. Son sorprendidos por el sereno, por lo que
Robledo le dispara dos veces, matándolo.
Son
las 23 horas del 13 de junio de 1971. Ibáñez accede al interior de un garaje y
mata de un tiro al vigilante. Seguidamente roba un coche Ford Fairlane y recoge
a Robledo. Sin rumbo fijo pasan por delante de una discoteca, de la que sale
una chica. Ibáñez –que tomaba el rol de líder- ordena a su amigo que la traiga.
Robledo –que tomaba el rol de ejecutor- obedece y a punta de pistola secuestra
a la joven de 16 años, introduciéndola en el coche. Ibáñez intenta violarla,
pero la chica se resiste, por lo que su agresor la deja marchar, ordenando a
Puch que dispare sobre ella. Nuevamente obedece. La carrera de la joven no le
sirve para salvar la vida. Cinco disparos alcanzan su espalda.
Once
días después, el 24 de junio de 1971 repiten el mismo crimen. Secuestran a otra
joven mientras ésta sale de una discoteca. Ibáñez intenta violarla, pero la
deja escapar. Robledo la dispara varias veces mientras corre, asesinándola.
El
5 de agosto de 1971, Robledo Puch conducía el coche de su padre a toda
velocidad por la Avenida Cabildo de Buenos Aires. Tienen un accidente en una
zona en obras, muriendo Ibáñez. Carlos Robledo vacía los bolsillos de la ropa
de su amigo y le sustrae su documento de identidad, marchándose sólo a pie.
Robledo
Puch se busca otro socio criminal, Héctor José Somoza. Así, el 15 de noviembre
de 1971, los dos entran por el techo de un supermercado, acribillan a balazos
al vigilante. Al abrir la caja, descubren que está vacía.
Dos
días después, el 17 de noviembre de 1971 asaltan un concesionario de vehículos
matando al vigilante, pero en la caja hay poco dinero.
El
25 de noviembre de 1971, atracan otro concesionario, matando nuevamente al
vigilante del lugar. Esta vez el botín es de un millón de pesos.
Se
toman más de dos meses de descanso, y la madrugada del 3 de febrero de 1972
asaltan una ferretería. Como siempre, Robledo mata al vigilante y con un soplete
inicia la apertura de la caja fuerte. De repente se gira y quema la cara de
Somoza para después matarle de un disparo. Seguidamente consigue abrir la caja y huir con
el botín.
Robledo
Puch comete un gran error. En su huida olvida que su documento de identidad
está en un bolsillo del pantalón de Somoza. Así, la policía le detiene tres
días después.
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Robledo Puch, en el día de su detención (1972) Autora fotografía: Graciela García Romero |
A
mediados de 1973 logra fugarse de la cárcel, creando una ola de pánico en la
capital argentina, aunque pocos días después es detenido.
En
1980 se celebra el juicio en el que es sentenciado a cadena perpetua por diez
homicidios calificados, un homicidio simple, una tentativa de homicidio, 17
robos, una violación, una tentativa de violación, un abuso deshonesto, dos
hurtos y dos secuestros. Al finalizar el juicio se dirigió a los jueces en tono
amenazador: “Algún día voy a salir y los mataré a todos”.
Robledo Puch siempre fue un chico
muy problemático. Su cara aniñada fue el objeto de muchos apodos como “ángel de
la muerte”, “ángel negro”, “el ángel de la muerte” o “el muñeco maldito”. Nadie
se explicaba cómo podía ser que un chico de clase media-alta, que tocaba el
piano y hablaba varios idiomas empezara a robar en edad adolescente y acabar
matando a los 19 años con esa sangre fría.
Carlos Eduardo Robledo Puch, desde
los años ochenta ha solicitado su excarcelación en numerosas ocasiones, la
última vez en mayo de 2015, acogiéndose a la ley argentina que permite a los
presos de larga estancia en prisión –siempre y cuando los informes de los
equipos de tratamiento penitenciario lo consideren- salir en calidad de
libertad condicional. Pero los psiquiatras y los psicólogos lo desaconsejan
puesto que ha tenido varios brotes psicóticos, además de presentar “una
estructuración psicopática de la personalidad, con rasgos de perversión y
cierta ideación delirante. No existe culpa, no acepta sus crímenes y se observó
cierto grado de agresividad contenida”. Es el preso argentino que más tiempo lleva en
prisión (43) y hasta la fecha, los jueces siguen manteniendo las puertas de la
cárcel cerradas para él.
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