La noche del 23 de enero de
1978, el joven David Wallin, regresaba a casa tras su jornada laboral como
repartidor. Ni en la peor de sus pesadillas podría haber vislumbrado la escena
que iba a presenciar. Al llegar al hogar familiar, se encontró a su mujer
Terry, de veintidós años y embarazada de tres meses, muerta en la habitación.
Horrorizado y víctima de un fuerte ataque de nervios corrió hasta la casa de un
vecino, que llamó a la policía.
El
ayudante del sheriff, al presenciar la carnicería quedó igualmente horrorizado.
Le produjo tal impresión la escena que tuvo pesadillas durante meses. La
víctima había sido brutalmente asesinada; la habían apuñalado por el abdomen,
extirpándole diversos órganos y le habían colocado heces de animales en la
boca. Incluso el asesino había bebido sangre de su cuerpo. No había señales de
robo en la casa, así que en principio no había ninguna causa aparante para
cometer el crimen.
Ante
la gravedad del caso, la policía local de Sacramento avisó de inmediato al FBI,
otorgándole el caso al criminólogo Robert K. Ressler que antes de acudir al
lugar elaboró un perfil del asesino, ya que estaba seguro de que no sería el
primer crimen que cometería, por lo que debía trabajar a toda prisa para tratar
de capturarlo cuanto antes.
Varón blanco, entre veinticinco y
veintisiete años; delgado, de aspecto desnutrido. Su casa estará muy descuidada
y desordenada y conservará pruebas del crimen. Historial de enfermedad mental,
consumo de drogas. Individuo solitario que no se relaciona con hombres ni con
mujeres, probablemente pasa mucho tiempo en casa, vive solo. Desempleado. Puede
que perciba algún subsidio por discapacidad. Si convive con alguien, será con
sus padres; sin embargo, es poco probable. Sin antecedentes militares; no ha
terminado el bachillerato o los estudios universitarios. Probablemente sufre de
una o varias formas de psicosis paranoide.
Tal
y como predijo Ressler, a los pocos días se conocieron nuevos asesinatos de la
misma índole. A poco más de un kilómetro de distancia del hogar de los Wallin,
tres personas habían sido asesinadas. Evelyn Miroth, de treinta y seis años, su
hijo Jason, de seis, y Daniel J. Meredith,
un amigo de la familia, de cincuenta y dos años. El sobrino de Evelyn,
Michael de veintidós meses había desaparecido, presumiblemente secuestrado por
el asesino. Todos fueron asesinados por arma de fuego, y además a Evelyn la
habían apuñalado de una forma similar a Terry, y como en ese caso no había
señales de robo, así que nuevamente no había en apariencia un móvil, aunque
tras el crimen el asesino había sustraído el vehículo de Evelyn, que fue
encontrado abandonado cerca del lugar.
Numerosos
agentes de policía fueron desplegados, preguntando a los lugareños por un
hombre joven, de aspecto descuidado y delgado, pero no consiguieron datos
relevantes hasta que dieron con una mujer joven, la cual aportó un dato
revelador. Horas antes de los crímenes, coincidió con un compañero del
instituto en un centro comercial. El joven presentaba mal aspecto, y le llamó
la atención que vestía una sudadera ensangrentada. Ella se disponía a subir a
su vehículo cuando el chico se acercó para intentar entablar conversación. Ante
el aspecto que presentaba, se asustó, arrancó el coche y marchó del lugar. Su
nombre era Richard Trenton Chase, y se graduó en la misma escuela de secundaria
que ella en 1968.
La
policía averigüó dónde vivía el sospechoso, y que poseía un revólver. Así que
extremando las precauciones iniciaron la caza del asesino vigilando su casa, y
esperaron hasta que el individuo saliera de ella. Cuando salió, lo hizo corriendo
hacia su furgoneta con una caja bajo el brazo. Al instante se le echaron encima
varios agentes que lo redujeron y lo desarmaron. La caja contenía varios trapos
ensangrentados.
La
casa de Chase demostró que habían dado con el asesino. El desorden imperaba en
el interior de la vivienda. Encontraron ropa ensangrentada. En el frigorífico
había trozos de cuerpo humano. También hallaron licuadoras con sangre y
artículos de periódico recortados sobre el primer asesinato. En un cajón de la
cocina había varios cuchillos de las dos casas donde se habían cometido los
asesinatos. Además, de una pared colgaba un calendario con la palabra “hoy”
escrita en los días que se cometieron los asesinatos, y la misma palabra
aparecía en cuarenta y cuatro fechas más, repartidas por todo el año 1978. A
día de hoy no se sabe si se corresponden a cuarenta y cuatro asesinatos.
La biografía del asesino
Chase
nació en 1950. Tuvo una infancia normal, hasta que a los doce años sus padres
empezaron a llevarse mal. Las discusiones eran frecuentes y su madre acusaba al
padre de serle infiel, de consumir drogas y de intentar envenenarla. La familia
fue tratado por psicólogos y psiquiatras y dictaminaron que la señora Chase era
la típica madre de un esquizofrénico, “muy agresiva, hostil y provocadora”.
Finalmente, los padres se divorciaron.
Chase
era un estudiante mediocre. Tuvo novias, pero las relaciones terminaban pronto
debido a que el muchacho padecía de impotencia sexual. En esa etapa de la
adolescencia empezaron los problemas. Consumía alcohol y drogas, y por ello fue
detenido en 1965, por poseer marihuana. Fue condenado a realizar labores a
favor de la comunidad. En 1972 fue detenido por conducir bebido, y al año
siguiente por posesión de un arma sin licencia y resistencia a la autoridad.
Era
incapaz de tener un trabajo estable, y vivía alternando la casa de su padre con
la de su madre, que lo mantenían económicamente.
Su
estado mental se fue deteriorando hasta el punto de que fue internado en un
psiquiátrico en 1976 por intentar inyectarse sangre de conejo en las venas. En
el centro, se entretenía cazando pájaros a los que les mordía la cabeza, por lo
que era común verlo con la boca y la ropa ensangrentadas. Entre el personal del
hospital era conocido como “Drácula”. Entonces se supo que Chase tomaba sangre
porque creía que estaba siendo envenenado y necesitaba sangre de otros cuerpos
para reponer en la suya, de lo contrario se convertiría en polvo.
En
1977 fue dado de alta por un psiquiatra, puesto que la medicación que recibía
lo tenía bajo control. Su madre se hizo cargo de él, pero sólo durante algún
tiempo, ya que lo alojó en la casa donde fue detenido, por lo que pasaba la mayor
parte del tiempo en soledad. Gente que le conocía dijeron que sus temas de
conversación se basaban en platillos volantes y una mafia del partido nazi que
le estaban controlando desde su etapa en el instituto.
Chase
pasaba el tiempo robando perros y gatos y matándolos, hasta que cometió el
primer crimen contra un ser humano, el 28 de diciembre de 1978. Tras una pelea
con su madre se encontraba furioso y lo pagó con unos ciudadanos disparándoles
en la calle, mientras él pasaba con su furgoneta, matando al Sr. Ambrose
Griffin que paseaba con su mujer.
A
mediados de 1978, se encontró el cuerpo del bebé desaparecido, cerca de la casa
de Chase.
Ressler
se entrevistó con él y le preguntó cómo eligió a sus víctimas. La respuesta fue
simple. Solamente entró en las casas que encontró abiertas. Si las casas
estaban cerradas con llave, no lo hacía.
El juicio
En
1979 Richard Trenton Chase fue condenado a muerte por los seis asesinatos,
aunque no se llegó a ejecutar la pena nunca, puesto que fue encontrado muerto
en su celda del corredor de la muerte, el 26 de diciembre de 1980. Por lo
visto, se había guardado numerosas pastillas antidepresivas que le fueron
recetadas para aliviar las alucinaciones que padecía, aunque nunca se ha
aclarado a ciencia cierta su muerte. Unos dicen que fue un suicidio, otros
creen que ingirió varias pastillas de golpe porque no pudo soportar más las
voces que le impulsaron a cometer los asesinatos.
Fuente: Ressler K., Robert. y
Shachtman, Tom, ‘Asesinos en serie’, ed. Ariel, 2012
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