Nagyrev es una pequeña población
del centro de Hungría, situada a unos 150 km al sureste de Budapest.
En
1911 llegó a lo que era en esa época una humilde aldea agrícola, una enigmática
mujer, Julia Fazekas.
Julia
era matrona y debido a la alta natalidad de la época, no tuvo problemas para
dedicarse a esta profesión en su nuevo lugar de residencia, además de que allí,
donde prácticamente todos sus habitantes eran analfabetos, a una comadrona se
la consideraba una persona sabia y por tanto también servía como consejera,
principalmente para esas mujeres, ya que tenían un problema en común que las
solidarizaba: la opresión machista a la que eran sometidas por sus maridos
alcohólicos.
Pasó
el tiempo y estalló la Primera Guerra Mundial en 1914. El imperio
austro-húngaro fue uno de los instigadores y principal protagonista en la
contienda, por lo que los hombres tuvieron que ir al frente de batalla.
Los
alrededores de Nagyrev sirvieron como prisión para los soldados
aliados capturados por la Triple Alianza. Puesto que a los prisioneros se les
concedía cierta libertad de movimientos, se relacionaron con las mujeres de la
aldea, y como era de esperar, ellas al estar sin sus maridos y encontrarse con
hombres jóvenes, de mayor nivel cultural por pertenecer a otros lugares de
Europa más avanzados, experimentaron otra forma de vida mucho más amable.
La
guerra llegó a su fin. Los prisioneros fueron liberados, y los hombres de
Nagyrév regresaron a sus hogares, pero lejos de
apaciguarse con la guerra, su carácter se hizo aún más difícil. Pero las cosas
habían cambiado…y mucho. Las mujeres no estaban dispuestas a amargar más sus
oscuras vidas, por lo que recurrieron a Júlia Fazekas, y como buena consejera
les dio una solución: envenenar a sus maridos con arsénico. Y así lo hicieron.
Sin embargo, algunas mujeres no tuvieron suficiente y utilizaron el veneno con familiares
que les suponía cierta carga familiar o para hacerse con su herencia,
principalmente ancianos. También fueron víctimas amantes y algunos niños.
El arsénico se conseguía diluyendo
papel adhesivo para matar insectos en agua hirviendo, y extraer así el veneno.
Durante años el caso quedó impune
debido a que un pariente de la matrona emitía los certificados de defunción
puesto que era propietario de una funeraria de la zona y tenía autoridad para
ello, hasta que en 1929 el editor de un periódico local de la región recibió
una carta anónima explicando lo sucedido.
Las autoridades pertinentes
exhumaron numerosos cuerpos y comprobaron que los restos contenían arsénico. Luego,
al revisar los certificados de defunción verificaron que habían sido
manipulados y así llegaron hasta Julia Fazekas, que fue detenida junto a Susi
Olah y Lydia Olah, que eran las encargadas de vender el producto puerta por
puerta.
No se sabe con certeza el número de
asesinatos, probándose más de cuarenta, aunque pudieron llegar hasta un total
de 300. Tampoco se tiene constancia exacta que pasó con todas aquellas mujeres.
Algunas fueron detenidas y condenadas a la horca, aunque solamente se
ejecutaron a dos: las hermanas Susi y Lydia Olah. Otras cumplieron penas de
prisión y Julia Fazekas se suicidó, ahorcándose en su celda.
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Mujeres de Nagyrév condenadas, paseando por el patio de la prisión de Szolnok |
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