Eran las 4 de la madrugada del
23 de junio de 1991, cuando Pedro José Moreno, de 33 años de edad, al salir de
una discoteca se encontró con Pedro “el Seco”, un vecino suyo de Villarrobledo
(Albacete). Sin venir a cuento, “el Seco” empezó a bofetearle. Al intentar huir
ante tal agresividad, se le abalanzó por detrás, le apretó el cuello con un
cinturón y se lo llevó a un lugar aislado, donde le siguió golpeando,
apuñalándolo en diversas ocasiones para terminar golpeándo su cabeza con una
piedra. Cuando lo hallaron, el cuerpo estaba irreconocible.
A la misma hora del 30 de
noviembre de 1991, y a la salida de la misma discoteca albaceteña, Juan Segundo
López, de 23 años se saludó con “el Seco”, el cual le invitó a fumar “un
porro”. Se fueron a un lugar aislado, y allí aplicó el mismo método de tortura
que a su anterior víctima.
El 14 de septiembre de 1993, “el
Seco” salía de una fiesta en Albacete con su amigo Manuel. Para volver a casa
decidieron coger un taxi, sentándose en la parte trasera del vehículo. En un
momento del trayecto, Pedro rodeó el cuello del taxista con su cinturón. Le
obligaron a quitarse la ropa –fue descubierto únicamente vestido con
calzoncillos, calcetines y sandalias- asesinándolo después. Le robaron un reloj
de mucho valor, y que a la postre fue la pista que siguió la policía para
detenerlos dos días después del crimen.
Pedro Antonio Seco Martínez Foto: L.T.A. |
En 1997 se celebró el juicio y
los informes psiquiátricos señalaron a Pedro Seco como “un psicópata desalmado, con impulsos agresivos y violentos, actitud
egocéntrica y de suma frialdad y falta de apego a la verdad”. Fue condenado
a 90 años de prisión, pero se sirvió de la anulación de la “doctrina Parot” por
sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, en noviembre
de 2013.
“El Seco” ya había tenido
altercados antes de convertirse en asesino serial. A un vecino le arrancó la
falange de un dedo tras una discusión. Cuando falleció su abuelo, pinchó las
ruedas de todos los vehículos que se encontraban estacionados en una calle de
Villarrobledo.
Al mes y medio de salir en
libertad en 2013, fue detenido por la Policía Local de su pueblo al intentar
robar un vehículo, por lo que pasó siete meses encerrado. El 8 de noviembre de
2015, en un juicio rápido fue condenado de nuevo a prisión por agredir
brutalmente a un vecino, por lo que tuvo que ser ingresado en un hospital. Los
habitantes de Villarrobledo se han librado de él, aunque sólo sea por diez
meses.
Fuentes:
Borrás Roca, Lluís, Asesinos en serie españoles. Barcelona.
J.M. Bosch Editor 2002.
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