Las
Islas Galápagos forman un numeroso archipiélago en el Océano Pacífico, a unos
mil kilómetros de las costas de Ecuador, país al que pertenecen. Se descubieron
por accidente en 1535, cuando el barco donde viajaba el obispo de Panamá, fray
Tomás de Berlanga se desvió de la ruta que lo llevaba a Perú. En el siglo XVII
se empieza a poblar la zona y en 1832 Ecuador se las anexiona. Los estudios de
Charles Darwin en la zona fueron clave en el desarrollo de su teoría sobre la
evolución natural de las especies.
A
principios del siglo XX solamente unas pocas islas se encontraban habitadas
(apenas medio millar en el conjunto del archipiélago), por lo que muchas de
ellas eran prácticamente vírgenes, con una flora y fauna característica de la zona y
parajes naturales asombrosos. No era de extrañar que personas aventureras se
dejaran caer por allí e intentaran iniciar una nueva vida a lo Robinson Crusoe. Pero la dureza del
entorno hizo que cualquier intento de conolizarlas quedara en vano.
La
Isla Floreana fue testigo de un intento de colonización por parte de Noruega en
la década de 1920. Pocos años después abandonaron dicha empresa. El relevo se
produjo en 1929, cuando un médico alemán, Friedrich Ritter y una paciente, Dore
Strauch, lo dejaron todo –incluso a sus respectivas parejas- para comenzar una
nueva vida aventurera en las Galápagos. Se establecieron en dicha isla, trabajando
duramente, levantaron una granja y cultivaron frutas y vegetales. Pronto, los
nuevos “crusoe” fueron conocidos en Europa a través de la publicación de las
cartas que el Dr. Ritter escribía a periódicos alemanes explicando sus
vivencias en la isla. Los navegantes paraban en la isla y abastecían de
productos en conserva a los habitantes. Fruto de esas noticias llegó más gente
al lugar, aunque pocas personas se quedaron. Un par de años después, arribó una
familia burguesa alemana, los Wittmer, cuya mujer Margret se encontraba
embarazada y el hijo adolescente de él de otro matrimonio, necesitaba de un
clima caluroso como el del trópico para mejorar su delicado estado de salud. Aunque
la convivencia era buena, ambas familias mantenían las distancias.
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Dore Strauch y Friedrich Ritter |
Las
cosas cambiarían cuando al poco tiempo de instalarse los Wittmer, lo harían
cuatro personas más. Una extravagante y atractiva mujer austriaca llamada
Eloise Wehrborn de Wagner-Bosquet. Con ella sus dos amantes alemanes, Robert
Philippson y Rudolf Lorenz, además de un carpintero ecuatoriano, Manuel
Valdivieso, contratado con la intención de ayudar a la construcción de un hotel
llamado ‘Hacienda Paradise’ –que nunca se concretó- para la “emperatriz de las
Galápagos”, como se autodenominó Eloise Wehrborn. Rápidamente se hizo famosa
entre los navegantes, que frecuentemente se desviaban de su ruta para reunirse
con la “emperatriz”. Se dice que incluso el Gobernador ecuatoriano de las
Galápagos sucumbió a sus encantos.
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La "emperatriz" de las Galápagos, Eloise Wehrborn |
La
tensión en la isla fue creciendo, a pesar de que la familia Wittmer terminaron
por ignorar a la “emperatriz”, no así el Dr. Ritter, que la odiaba. La
extravagante mujer comenzó a coleccionar amantes, fruto de las visitas que
recibía en el lugar. Sus tendencias psicópaticas salieron a la luz cuando
alguno de sus visitantes le regaló un arma, y ella se divertía disparando a los
animales que habitaban la isla. Le gustaba pasearse con el revólver y un
látigo. No era de extrañar entonces que comenzaran los conflictos entre el
harén de la austriaca. Así, Philippson –el preferido de la “emperatriz”- golpeó
fuertemente a Rudolf Lorenz, -que era el criado y el maltratado-.
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Familia Wittmer. De izquierda a derecha: Heinz, el pequño Rolf, Harry y Margret |
Los
conflictos entre los Wittmer y los Ritter con Eloise comenzaron a ser
constantes. Al parecer la “emperatriz” les robaba el correo, hablaba mal de
ellos a los navegantes -que después publicaban en los periódicos los
acontecimientos que tenían lugar en la isla-, incluido el despilfarro de agua
en época de sequía, hicieron que la tensión fuera en aumento.
El
27 de marzo de 1934, la “emperatriz” y Philippson desaparecieron. Según la
versión de Margret Wittmer, la extrovertida mujer y su amante le habían dicho
que el yate de un amigo había atracado a la isla y que les había invitado a
marchar con él a Tahití. Ese fue el último día que fue vista la pareja. Ni
existe constancia de su llegada a Haití, ni de que hubiera llegado ningún yate
a la isla aquel día.
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El trío de amantes. De izquierda a derecha: Robert Philippson, Rudolph Lorenz y Eloise Wehrborn. |
Rudolf
Lorenz se dispuso a abandonar rápidamente Floreana. Para ello convenció a un
pescador noruego llamado Nuggerud -que vivía en otra isla cercana- para que lo
llevara a la Isla San Cristóbal, donde allí tomaría un ferry a Guayaquil. Pararon
en la Isla de Santa Cruz para repostar pero nunca llegaron a su destino. Meses
después, un barco pesquero americano encontró los cuerpos de los dos hombres
momificados en la Isla Marchena, al norte del archipiélago.
El cadáver de Rudolph Lorenz momificado. |
Poco
tiempo después, el Dr. Ritter enfermó y murió. Se sospecha que comió pollo mal
envasado y que su amante lo preparó expresamente, ya que este la maltrataba. En
realidad, nunca se pudo demostrar este hecho. Dore Strauch regresó a Alemania
poco después y escribió un libro tiulado “Satán vino al Edén”, donde relata su
vida en la isla. Dore, murió en Berlín a causa de los bombardeos durante la
Segunda Guerra Mundial.
La
única familia que quedaba en la isla no sólo sobrevivió al “apocalipsis” sino
que prosperaron. Margret Wittmer tuvo a su hijo Rolf y después a Floreana, que junto a sus descendientes trabajaron y trabajan en el sector turístico en la actualidad. Margret
falleció en las Galápagos en el año 2000, a la edad de 95, llevándose quizás un
gran secreto consigo.
Fuentes:
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