Cuando Lonnie Franklin tomó el
último bocado de aquella pizza, no se imaginaba que podría ser una de las
últimas que comiera en libertad. Tampoco que el camarero que se la entregó, era
en realidad un policía, uno de tantos que seguían sus pasos desde hacía tiempo.
El 7 de julio de 2010 fue
detenido en su casa, al sur de Los Ángeles, acusado de matar a diez mujeres de
entre 15 y 35 años de edad desde 1985 hasta 2007, pero curiosamente, en las
primeras investigaciones, la policía creyó que durante un periodo de 14 años
–desde 1988 hasta 2002 dejó de matar- para reemprender su carrera criminal
durante otros cinco años, de ahí que le apodaran ‘el asesino durmiente’.
El criminal, que cuenta 63 años
de edad en la actualidad, pudo valerse de su profesión como conductor de un
camión de recogida de basura para agredir sexualmente y asesinar a sus
víctimas, puesto que varios cuerpos se encontraron en vertederos.
El
posterior hallazgo de 160 fotografías de mujeres desaparecidas en el domicilio
de Franklin, hicieron sospechar a los investigadores que podrían ser muchas más
víctimas –la mayoría prostitutas y drogadictas negras- , y probablemente
Franklin no dejó de matar desde que inició tan horrible periplo criminal, en el
verano de 1985.
El ADN y la pizza, cruciales para resolver el
caso
En la
década de los ochenta la identificación de criminales mediante la huella
genética se encontraba en pañales, por lo que las investigaciones de muchos
crímenes no se resolvían, como los casos de las mujeres a las que Franklin
había asesinado. Los investigadores del caso, únicamente tenían como pruebas
que todas habían sido asesinadas por el mismo ‘modus operandi’ –y algunas
agredidas sexualmente- por un hombre
mediante una pistola del calibre 25. Sin embargo, en el año 2007, un
laboratorio forense informó a los detectives de homicidios de la policía de Los
Ángeles que el ADN de una misma persona se vinculaba con asesinatos ocurridos
en 2002, 2003 y 2007. El problema era que no había ningún registro en las bases
de datos policiales del asesino, aunque sí estaban conectados los crímenes de
estos años con otros cometidos en la década de los ochenta del pasado siglo. El
paso siguiente fue buscar si algún familiar cercano del asesino figuraba en la
base de datos, pero el resultado fue negativo.
Pero
lejos de abandonar la búsqueda, los detectives siguieron con el caso, y dos
años después encontraron en el registro a un joven que fue procesado por un
delito, cuyo ADN mostraba coincidencias con el encontrado en las víctimas. Era
el hijo del asesino.
Para
recabar las suficientes pruebas que acusaran a Franklin, lo sometieron a una
vigilancia de 24 horas. Tras recabar la suficiente información, y seguir los
pasos del asesino, un policía se hizo pasar por dependiente de una pizzería que
frecuentaba. Tras visitar el restaurante y después de comer una pizza, los
restos de esta fueron los que determinaron tras su análisis que el ADN de
Lonnie Franklin coincidía con el ADN encontrado en los cuerpos de las diez
víctimas. El jueves 5 de mayo de 2016 fue declarado culpable y el 10 de agosto del mismo año,
condenado a la pena capital. Sin embargo, la tarde del sábado 28 de marzo de 2020 fue encontrado muerto en su celda. Tenía 67 años y los resultados de la autopsia no fueron revelados, aunque se cree que su fallecimiento se debió a causas naturales ya que su cuerpo no presentaba signos de violencia
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