Si Agatha Christie hubiera vivido
unos años más, podría haber escrita su última novela basándose en el crimen de
los marqueses de Urquijo. De hecho, tendría todos los componentes al alcance: una
casa en un barrio lujoso, unos asesinatos contra miembros de la alta sociedad
-ella era gande de España- con varios sospechosos de su entorno más cercano,
entre ellos el contable, los hijos, el exyerno, un mayordomo charlatán que
parece saber mucho pero que en realidad no sabe nada y un perro como testigo de
excepción que no ladra ante los intrusos que acceden al inmueble,…típicos
personajes de sus novelas.
Los marqueses de Urquijo fueron
asesinados la madrugada del 1 de agosto de 1980, pasando a ser unos de los
crímenes más misteriosos de la historia criminal española contemporánea. El
criminal o criminales, entraron en la vivienda de los marqueses, accedieron al
dormitorio de Manuel de la Sierra Torres -los marqueses dormían en habitaciones
distintas-. Fue ejecutado de un disparo en la nuca, a quemarropa y además
presentaba señales de haber sido estrangulado. Después, alertada por el ruido,
María Lourdes de Urquijo y Morenés, se acercó a la habitación de su marido
quien corrió la misma suerte, recibiendo dos disparos. Por la mañana,
trabajadores del servicio doméstico del chalet de Somosaguas, descubrieron los
cadáveres. Cuando llegó la policía, los cuerpos habían sido lavados y varios
documentos de la caja fuerte habían sido destruidos.
El principal sospechoso fue Rafael
“Rafi” Escobedo, exmarido de la hija de los marqueses, Myriam de la Sierra
quienes estuvieron casados tan sólo seis meses y al parecer él no había
asimilado nada bien dicha separación. Escobedo apareció horas después después
de los asesinatos, al igual que Diego Martínez Herrera, administrador de los
marqueses, quien se presentó en el chalet vestido de riguroso luto, cuando no
había trascendido la noticia de los crímenes. A los ocho meses, Escobedo fue
detenido. Las investigaciones policiales determinaron que los disparos sobre
los marqueses se produjeron con una pistola Star, modelo F, calibre 22 cuyo
titular era el padre del acusado.
En 1983 se abrió otro sumario,
por el que aparecían en escena otros dos sospechosos. Uno de ellos fue Mauricio
López-Roberts, marqués de Torrehermosa y amigo íntimo de Escobedo, a quien se
le acusó de encubrimiento, después de declarar que había prestado a Javier
Anastasio –segundo personaje que aparecía en la nueva trama- 25.000 pesetas (150
€) para que se marchara a Londres, una vez que Escobedo fue detenido. López-Roberts
pasó una breve estancia en prisión, quedando en libertad provisional tras pagar
500.000 pesetas (3.000 €) de fianza.
Anastasio, por su parte, fue detenido como coautor criminal, estando entre
rejas provisionalmente hasta 1987. Aprovechó la libertad para fugarse del país.
En 2010 prescribió el delito y se retiraron los cargos que pesaban sobre él.
Actualmente vive en España.
Rafael Escobedo fue el único
condenado en firme, en principio por autoinculparse aunque posteriormente se
retractara. Por ello, le cayeron 53 años de prisión. Abandonado y depresivo, se
volvió adicto a las drogas y acabó muriendo entre rejas el 27 de julio de 1988,
no sin antes confesarse en el programa televisivo de Jesús Quintero “El perro
verde”, de Televisión Española, en la que admitía que la vida en prisión lo
había destruido y que se refugiaba en las drogas para sobrevivir, ya que su
intención era ahorcarse porque no tenía ninguna esperanza, y así lo hizo, con
las sábanas de su cama anudadas en los barrotes de la ventana de su celda.
El crimen de los Urquijo dejó
muchas incógnitas sin resolver, desde quién(es) lo cometieron hasta el por qué.
Fue muy mediático en su época y se especuló con varias teorías. Una de ellas se
basa en que los hijos de los marqueses pudieran haber sido los inductores para
quedarse con la herencia. Otra, que Rafael Escobedo acabara con la vida de sus
suegros por despecho, ya que consideraría al marqués como responsable de la
separación con Myriam, que al no tener ni oficio ni beneficio aunque provenía
de una familia ‘bien’, no era del agrado del marqués. Otro de los posibles
móviles que se barajaron fue la oposición de éste a la fusión del Banco Urquijo
-del que era principal accionista- y el Hispano, ya que meses después del doble
crimen, se produjo. También se especuló con la muerte de Rafi Escobedo, ya que
se sospechó que este no se suicidó. Además la pistola y los casquillos
encontrados en la finca de los Escobedo, desaparecieron misteriosamente del
edificio público donde estaban custodiados antes de aportarlos como pruebas en
el juicio.
“Solo o en compañía de otros”,
reza la sentencia. Una frase que lo dice todo y no aclara nada. Lástima que
Agatha Christie no viviera más. Seguro que Hercules Poirot hubiera descubierto
el enigmático entuerto.
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