En 1972 entre tres y cinco
mujeres aparecieron violadas, estranguladas y con partes del cuerpo extirpadas
a mordiscos. Todas eran rubias, de ojos claros, altas y esbeltas. Sus cuerpos
fueron encontrados en descampados de la ciudad bonaerense de San Isidro.
El asesino las sorprendía en
paradas de bus, solitarias y por la noche, a traición por la espalda, les
tapaba la boca, las golpeaba hasta dejarlas inconscientes. Después las violaba.
La firma del asesino era arrancarles pedazos de carne a mordiscos como colofón
a tan sádicos y horribles asesinatos. Para el forense que participó en las autopsias y en la investigación, Dr.
Osvaldo Raffo el asesino mataba por placer; se sentía excitado cuando mataba
sin piedad. El depredador destrozaba los cuellos de sus víctimas a bocados. Los
investigadores diseñaron una dentadura sobre las mordidas que dejaba en los
cuerpos. Además, se hizo un retrato robot, sobre la descripción física que
proporcionaron algunas víctimas que pudieron escapar de sus garras.
El crimen de este asesino en
serie sobre el que más tinta gastaron los periódicos de la época ocurrió el 23
de noviembre de 1972. Una chica de 23 años fue encontrada en el jardín del
chalé de un vecino de la muchacha, entre flores y árboles. La autopsia reveló
que falleció estrangulada y agredida sexualmente. Le faltaba un trozo de
lengua, el labio inferior, parte de una mejilla, piel de una mano, del cuello y
un trozo de nariz. Su desaparición fue denunciada la noche anterior.
Fue un caso muy mediático en la
época. El asesino dejó de actuar de repente y la policía no siguió con la
investigación, seguramente al ver que las pistas no les llevaba a ninguna
parte.
Fuentes:
http://m.perfil.com/noticias/sociedad/el-canibal-al-que-se-lo-comio-la-tierra-20070509-0033.phtml