Chipre conocía el primer caso
de asesino serial de su historia. En la pequeña isla del Mediterráneo oriental
de tan solo 9251 km2 y poco más de 1.200.000 habitantes, emergió Nikos Metaxas,
detenido el 20 de abril de 2019 confesando ser el autor de varios asesinatos.
El 18 de abril de 2019 unos
turistas descubrían en un pozo de una mina abandonada en el pueblo de Mitsero
-a 30 kilómetros al oeste de la capital chipriota, Nicosia- el cuerpo de una mujer. Seis días después
apareció el cadáver de otra mujer. Las víctimas eran de origen filipino – Chipre
cuenta con una importante población oriunda de Filipinas dedicada
principalmente al servicio doméstico-. Una tenía 28 años de edad y constaba
como desaparecida desde verano de 2018. La otra tenía una hija de 6 años y
estaban en paradero desconocido desde la primavera de 2018.
Tras las investigaciones
policiales fue detenido Metaxas, un militar de 35 años de edad que había
contactado con las víctimas a través de una web de citas, quien en el
interrogatorio al que fue sometido, confesó haber asesinado a las tres,
estrangulando a las dos mujeres adultas después de haber mantenido relaciones sexuales
con ellas.
El hallazgo de los dos cuerpos
y la confesión del asesino conmocionó e indignó a partes iguales a la sociedad
chipriota, especialmente a asociaciones feministas que acusaban a las
autoridades de pasividad, racismo y machismo porque no se emplearan a fondo en
la investigación de 22 mujeres inmigrantes desaparecidas recientemente en la
isla. Varios medios chipriotas recordaron sobre estas desapariciones, el
llamamiento que hizo al respecto en 2018 el presidente de la asociación de
empleados domésticos, Luis Kutrukidis.
Apenas una semana después de
los hallazgos de las primeras víctimas, la policía chipriota encontró el cuerpo
de una tercera mujer, tal y como les indicara Metaxas al confesar un tercer
crimen y el lugar donde yacía el cuerpo. El asesino no recordaba la identidad
ni su nacionalidad, tan sólo que la mató en verano de 2018. Además ese mismo
día, el 25 de abril confesó otros tres asesinatos más, una mujer rumana, de 36
años de edad, su hija de ocho, ambas desaparecidas en septiembre de 2016 y otra
mujer filipina de 30 años de edad, cuyos cuerpos depositó en unas maletas y los
tiró a un lago.
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Nikos Metaxas |
El 27 de abril los
investigadores localizaban en el Lago Rojo de Mitsero dos maletas con bloques
de cemento para facilitar el hundimiento, cuyo interior contenían cuerpos en
avanzado estado de descomposición.
La presión política y social
por la aparente desidia con que las autoridades policiales y judiciales
llevaron el caso hizo que el 2 de mayo dimitiera el ministro de Justicia
chipriota, Ioanas Nikolau, quien acusó a la policía de no haberle informado lo
suficiente sobre el caso. Un día después sería destituido el jefe de la Policía
Nacional, Zacharias Chrysostomou.
El 5 de mayo fue encontrada la
quinta víctima del asesino que correspondería a la niña rumana de 8 años
desaparecida junto a su madre en septiembre de 2016, que tal y como había
confesado el asesino, se encontraba dentro de otra maleta hundida en el Lago
Rojo.
El 4 de junio fue hallada la
sexta víctima en el lago, también dentro de una maleta, maniatada.
Correspondería a una mujer filipina de unos 30 años de edad.
Finalmente, el 12 de junio fue
hallada la séptima y última víctima del capitán asesino, la niña de 6 años,
hija de la segunda mujer hallada en el pozo de Mitsero. La pequeña, se
encontraba en avanzado estado de descomposición y envuelta en una sábana atada
en un bloque de cemento, en el Lago Rojo a seis metros de profundidad, entre
unas cañas.
El juicio se celebró
rápidamente, el lunes 24 de junio, tan sólo 12 días después del hallazgo de la
última víctima. Nikos Metaxas fue condenado a siete cadenas perpetuas, una por
cada asesinato, siendo la condena más alta impuesta en Chipre.
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